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Los astronautas que visitaron la Luna fueron muy afortunados en no recibir dosis de radiación peligrosamente altas como consecuencia del clima espacial. Una poderosa llamarada solar ocurrió durante el máximo solar de 1972, entre las misiones Apolo 16 y 17. Si los astronautas hubiesen estado en tránsito hacia o de regreso de la Luna en ese momento, podrían haber recibido una cantidad letal de radiación.
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